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Bessie Stringfield, la mujer negra que cruzó sola la América racista de los años 30

A pesar del racismo generalizado y las dificultades de la Gran Depresión, Bessie Stringfield encontró la libertad en la carretera.

Recorrió carreteras polvorientas y desoladas, respondiendo a la llamada de nuevas aventuras. La sensación en el aire y la libertad del camino aseguraron que ella se subiera a su confiable Harley-Davidson una y otra vez. Mucho antes de que se acuñara el hashtag #CarefreeBlackGirl , Bessie Stringfield vivía su vida a su manera, conduciendo en solitario su moto por todo Estados Unidos.

Nacida en 1911, Stringfield tuvo su primera motocicleta, una Indian Scout de 1928, cuando aún era una adolescente y aprendió a conducirla. Como se relata en el libro de 1993 Hear Me Roar: Women, Motorcycles and the Rapture of the Road escrito por la protegida además de biógrafa de Stringfield, Ann Ferrar, a la edad de 19 años, la joven Stringfield lanzó un centavo en un mapa de los EE.UU. y luego se fue sola con su moto. Las carreteras interestatales aún no existían en ese momento, pero los caminos ásperos y sin pavimentar no la disuadieron. En 1930, se convirtió en la primera mujer negra en conducir una motocicleta por cada uno de los 48 estados a los que se puede viajar sin cruzar el mar, un viaje en solitario campo a través que realizó ocho veces durante su vida. Pero ni siquiera eso satisfizo su deseo de viajar. Finalmente, se fue al extranjero a Haití, Brasil y a diversas partes de Europa.

"Cuando me subo a la motocicleta, pongo al Tío de ahí arriba sobre el manillar", dijo Stringfield a Ferrar, refiriéndose a Dios. "Estoy muy feliz sobre dos ruedas".

Según contó Ferrar en una entrevista para el New York Times, en cualquier lugar del mundo "la gente se asombraba de ver a una mujer negra conduciendo una motocicleta". En los años treinta y cuarenta, debido a los prejuicios raciales y las leyes de Jim Crow, Stringfield no fue bien recibida en la mayoría de los moteles. Por eso mismo, a menudo dormía sobre su moto en las estaciones de servicio o, si la suerte estaba de su lado, podía quedarse con familias negras que conocía en su camino.

La creciente cultura estadounidense de las motos tampoco fue inclusiva. La American Motorcycle Association, fundada en 1924, solo comenzó a permitir miembros negros en la década de 1950 (e incluso entonces, la mayoría de ellos eran hombres).

Pero al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Stringfield se convirtió en un activo para el gobierno de los Estados Unidos como mensajera civil motorizada, la única mujer en su unidad. Con una insignia militar colocada en su Harley-Davidson Knucklehead azul, transportaba documentos entre las bases nacionales de los EE.UU.

Más tarde, en la década de 1950, Stringfield se instaló en Miami, compró una casa y se convirtió en enfermera. En sus primeros días en Florida, se enfrentó con la policía local, tal y como se cuenta en una edición de 1996 de American Motorcyclist, cuando trató de obtener su licencia de motocicleta, la policía le dejó claro que no iban a permitir que una mujer negra condujera una motocicleta por su ciudad. Determinada a hacerlo, Stringfield exigió una reunión con el jefe de policía, un enorme motorista blanco. Él se la llevó a un parque cercano y le ordenó que realizara varias maniobras complicadas con la moto. Por supuesto, ella los resolvió con facilidad. "A partir de ese día, no tuve ningún problema con la policía, y también obtuve mi licencia", dijo.

Tiempo después, Stringfield participó en carreras locales, fundó el club de motocicletas Iron Horse y se hizo públicamente conocida como la "Reina de las motos de Miami". Incluso a sus setenta años, todavía iba en su moto a la iglesia, según The Miami Herald.

Stringfield murió en 1993 a la edad de 82 años de las complicaciones relacionadas con un "corazón demasiado grande", pero montó en moto hasta su muerte. Según Ferrar, le dijo a su médico que seguía conduciendo a pesar de su enfermedad: “Le dije que si no me montaba en mi moto, no viviría mucho. Y por eso nunca lo dejé".

Hoy, es recordada por el Salón de la Fama de la Motocicleta y por el Premio Bessie Stringfield de la Asociación Americana de Motociclismo concedido a las personas que han dado a conocer el motociclismo a nuevas audiencias. Además, Ferrar tiene unas memorias sobre su relación con Stringfield que publicará próximamente.

En la época en la que vivió Stringfield, su estilo de vida era completamente tabú: Solo hacía diez años desde que las mujeres blancas habían obtenido el derecho al voto y ella rompió las convenciones forjando un camino salvajemente independiente como mujer negra. Ferrar señala en la revista Iron and Air que "se necesita mucho coraje (previsión, planificación y astucia) para hacer lo que Bessie hizo en la era de Jim Crow y salirse con la suya".


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