Recientemente ha fallecido Peter Fonda, recordado por una película mítica: “Easy Rider”, que también cumple 50 años en 2019. Los protagonistas decían haber nacido para ser salvajes: “Born to be wild”. Ese es el título de la canción más representativa de la película y es la que traemos hoy a LA HISTORIA DETRÁS DE LA CANCIÓN. Los Steppenwolf, una banda californiana de origen canadiense, la grabaron en el 68 y un año después fue una de las elegidas para ser la banda sonora de ese film generacional de culto que fue Easy Rider, que en España fue estrenada con el ridículo título de “Buscando mi destino”. En fin, cosas de la época.
La protagonizaban dos actores de la talla de Dennis Hopper - quien fue, además, el director- y Peter Fonda, que cabalgando sus respectivas Harleys Davidson recorren el trayecto entre Los Ángeles y Nueva Orleans cruzando los Estados Unidos de oeste a este siguiendo la estela del guru del movimiento de los beatnicks, Jack Kerouak y su novela “On the road”. Ah, y también hay secundarios de lujo, como Jack Nicholson. Hay quien ha definido la película “Easy Rider” como un western con motos, siendo la canción “Born to be wild” el himno motero por excelencia desde entonces. En América, en Europa y en todo el mundo los moteros copian esa estética y hacen suyos los versos con los que arranca la canción: “Pon el motor en marcha, adéntrate en la carretera buscando aventuras y lo que se cruce en el camino. Nacimos para ser salvajes, podemos volar muy alto, no quiero morirme nunca”.
La película era un canto a la libertad, una de las mejores road-movies que se han filmado nunca, con un final funesto, como, ay, casi siempre pasa con los seres libres que quieren reivindicar eso: su individualidad, su sagrada libertad. El trágico final de la película coincide con el amargo cierre de una década, la de los sesenta, que empezó maravillosamente y que acabó en llamas, con asesinatos de figuras míticas, con violencia, con enfrentamientos civiles, con desastres y con una cruda guerra que América perdería. Era el final de otro sueño americano. Y en “Easy Rider” se sublimaba toda aquella contracultura basada en las motocicletas, las carreteras, el rock en todas sus vertientes, la psicodelia, las drogas alucinógenas, la cultura hippy, las comunas y el amor libre. Esa colección de sueños, supongo, eran demasiado, por desgracia.
Sobre la canción hay que indicar varias cosas: no iba a ser el single de éxito que fue; los productores confiaban más en otras canciones de aquel primer álbum de Steppenwolf. Por cierto: el grupo toma el nombre de otra novela mítica de aquel tiempo: “El lobo estepario”, del novelista alemán antinazi Herman Hesse. Fue también la primera canción en la que se emplea la expresión “heavy metal”, inaugurando así todo un género. El cantante decía que el éxito intergeneracional de la canción se basaba en que cada nueva generación juvenil piensa que ha nacido para ser salvaje e identifica esta pieza de rock duro como su himno. Y pudo no haber salido en la película, porque la intención inicial de los productores era encargarle la banda sonora a Crosby, Stills y Nash, pero alguien decidió tirar del reciente y rico cancionero americano con otros muchos artistas y allí aparecen canciones de The Band, The Byrds, Jimmy Hendrix, Roger McGuinn y Bob Dylan, entre otros, además de la alegórica “Born to be wild” de Steppenwolf.
Cincuenta años han pasado desde que se estrenó “Easy Rider”. Una película que, según los críticos, sigue representando un sueño intacto con todo su encanto.
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